Los buzos que arriesgaron sus vidas en el sumidero más profundo jamás explorado para rescatar a sus compañeros
La travesia lo cuenta un documental recién estrenado en Finlandia, «Diving into the Unknown» (Buceando en lo desconocido).
La historia es èsta.
El primero en sumergirse fue Patrik Gronqvist.
Si visitas el valle de Plurdalen, en el centro de Noruega, verás a un río de 35 metros de ancho emerger de repente ante tus ojos.
Se conoce como Plura, y si además decides sumergirte en él y nadar medio kilómetro en dirección a sus profundidades, emergerás en una larga y colorida cueva.
Los aficionados al buceo lo hacen así: se sumergen, llegan hasta la gruta y mientras la admiran descansan allí un rato antes de regresar a la superficie del río.
Si logras cruzar esa bolsa de agua subterránea, llegarás a la cueva de Steinugleflaget.
Y la salida a la superficie la encontrarás a 90 metros de su techo abovedado: una grieta en la ladera de una montaña.
Ese era el plan de los dos finlandeses que el 6 de febrero de 2014 hicieron un corte triangular en la superficie helada del Plura, se embutieron sus trajes especiales y se colocaron el equipo de buceo, y se sumergieron en el agua.
A las dos horas, les seguirían tres compatriotas, todos ellos con destino a la cueva de Steinugleflaget.
Pero el primero en sumergirse fue Patrik Gronqvist, uno de los tres finlandeses que había descubierto el paso entre ambas cuevas el año anterior.
Junto a él buceaba su buen amigo Jari Huotarinen, el primero que intentó atravesar el pasaje.Era el último tramo de un viaje extremo.
La mayoría de los buzos aficionados se limitan a inmersiones de entre 30 minutos y una hora, a una profundidad de no más de 30 metros.
Los buzos tuvieron que romper el hielo que cubre el río Plura para sumergirse.
Los buzos de cuevas utilizan «recicladores», unos aparatos que les permite reutilizar el dióxido de carbono que exhalan, convirtiéndolo en oxígeno.
Pero el sistema puede llegar a sobrecargarse si los buceadores respiran con rapidez; algo frecuente, pues en las profundidades es difícil controlar el ritmo de la respiración.

Conscientes de ese peligro, a la hora de haberse sumergido en las aguas heladas, Gronqvist y Huotarinen nadaron hacia la parte más honda de la cueva, a 110 metros de profundidad de la entrada a ésta en Plura. Inmediatamente después Gronquvist se dio cuenta que su compañero no le seguía.
Deshizo parte del trayecto y encontró a Huotarinen atascado en una de las partes más estrechas del túnel, enredado en uno de los cables conectados a su equipo de buceo.
Estaba haciendo señales de socorro con su linterna y había empezado a entrar en pánico, con el riesgo que esto supone.
Y es que, como consecuencia, podía empezar a aumentar el ritmo de su respiración.Así que Gronqvist decidió darle otra bombona para que con ella redujera la cantidad de dióxido de carbono de su sistema.
Pero mientras Huotarinene intercambiaba la pieza bucal del respirador, comenzó a tragar agua sin medida, ante la mirada impotente de su compañero.
Para su horror, su compañero murió ante sus ojos.
Así que, tras un intento fallido de liberar el cuerpo de su compañero de entre las rocas, Gronqvist se obligó a sí mismo a relajarse.
No tenía más remedio que continuar hasta Steinugleflaget —la cueva más profunda y de la que había una salida directa al exterior— muy lentamente.
Más tarde sabría que el buzo que venía por detrás, Jari Uusamaki, también se encontró con dificultades.
La policía noruega cree que Uusamaki entró en pánico al encontrarse con el cuerpo de Huotarinen y que murió como consecuencia de ello.
El quinto y último buzo, Kai Kankanen, intentó sin éxito ayudar a Uusamaki.
Y, al contrario que Rantanen, decidió no forzar más su capacidades para intentar llegar a Steinugleflaget, y optó por dar media vuelta y nadar hasta el punto de inicio.
Emergergió a primera hora del día siguiente, 11 horas después de haberse sumergido.
Tuvo que romper la capa de hielo del río Plura para poder salir del agua.
Fue entonces cuando Sami Paakkarinen, el buceador que en 2013 había descubierto la unión entre la cueva de Plura y la de Steinugleflaget junto a Gronqvist, supo del destino de sus colegas.
Sami Paakkarinen empezó a bucear en 2004 y en 2014 tenía 34 años
Pero Gronqvist, de oficio bombero, había hecho una promesa a la esposa de Jari Huotarinen, su compañero muerto en la travesía.
«Le dije a la viuda que volvería allí y los recuperaría (los cuerpos de Huotarinen y de Uusamaki)», recuerda.
«Le dije que no los dejaríamos allí, que ya se nos ocurriría algo».
Poco después descubrió que los otros dos supervivientes habían tenido la misma idea.
«Todos estaban esperando un mensaje de texto (con la propuesta)», asegura.
Así que los tres decidieron volver a sumergirse para tratar de rescatar los cuerpos de sus dos compañeros muertos.
Y Paakkarinen se unió a la iniciativa.
«No voy a decir que no implicaba riesgo para nosotros sino todo lo contrario: es una de las travesías de buceo más difíciles», cuenta ahora Paakkarinen.
«Pero nosotros éramos los que mejor conocían el lugar, los exploradores originales del mismo. Conocíamos aquello tan bien como nuestros propios bolsillos«.
Lo que ocurrió después lo cuenta un documental recién estrenado en Finlandia, «Diving into the Unknown» (Buceando en lo desconocido).
Por la parte más estrecha de la cueva apenas pasa una persona delgada.El primer paso de una operación de cinco días era llevar una tonelada en equipos hasta la parte exterior de la cueva Steinugleflaget.
Gronqvist fue el primero en llegar a la superficie de la cueva de Steinugleflaget, donde le esperaba Vesa Rantanen.
Así fue como recuperaron el cuerpo de Huotarinen.
«Desde que salí de allí, pienso en ello todas las noches», reconoce hoy Gronqvist. «Si hubieramos practicado antes todo habría sido distinto. Fue totalmente nuestra culpa».
Al día siguiente recuperaron el cuerpo de Uusamaki, esta vez desde el lado de Steinugleflaget.
Hoy, la cueva bajo el río Plura está de nuevo abierta.
Y a pesar de todo lo ocurrido, Gronqvist, Rantanen, Kankanen y Paakkarinen siguen disfrutando del deporte que les robó a sus compañeros.
«¿Por qué lo hacen, si tienen familia? ¿Por qué se arriesgan en esos lugares?», pregunta Juan Reina, el director del documental.
«Sigue habiendo muchas preguntas sobre a dónde conducen las cuevas y de dónde viene el agua», contesta el propio Sami Paakkarinen.
«Y yo ya no le tengo miedo a la cueva«.