Cuando la aguja del reloj marcó la hora 1.23 en la madrugada del 26 de abril de 1986 los alrededores de la planta nuclear de Chernobyl quedaron congelados en el tiempo. El desastre que ocurrió en ese lugar,del que hoy se cumplen 30 años, provocó que en la ese entonces soviética ciudad de Prypiat se quedara para siempre en los ’80: no fue testigo de la caída del muro de Berlín, ni del fin de la guerra fría, ni de la crisis ucraniana de hace dos años, ni del crecimiento de la figura del ruso Vladimir Putin. Es una ciudad fantasma.
Si alguien pudiera recorrer ahora las calles de ese lugar, todavía hay almanaques de esa época, bicicletas en el piso, sillas dadas vuelta, colchones apilados, hierros carcomidos por el oxido, máscaras de oxígeno apelotonadas, edificios erigidos como elefantes blancos huecos, juguetes tirados: la enumeración desoladora de una ciudad abandonada por sus habitantes.